"Son,
por tanto, tres las especies de amistad... y en cada una de ellas se
da la reciprocidad no desconocida... Así, los que se quieren
por interés no se quieren por sí mismos, sino en la medida en que se
benefician algo los unos de los otros. Igualmente los que se quieren
por placer: las personas frívolas no tienen afecto a otros por que sean de
una índole determinada, sino porque les resultan agradables. Por tanto, en los
que se quieren por interés, el cariño obedece al propio bien de ellos, y en los
que se quieren por el placer, a su propio gusto, y no por el modo de ser del
amigo, sino porque le es agradable. Estas amistades los son, por tanto,
por accidente, puesto que no se quiere al amigo por ser quien es, sino
porque procura en un caso utilidad y en otro placer. Tales amistades son, por
eso, fáciles de disolver... ya que cuando ya no son útiles o agradables el uno
para el otro, dejan de quererse. Tampoco lo útil permanece idéntico,
sino que unas veces es una cosa y otras, otra... Esta clase de amistad parece
darse sobre todo en los viejos ( porque a esa edad ya no se busca lo que
agradable, sino lo útil ), y en los hombres maduros y jóvenes que buscan su
conveniencia... En cambio la amistad de los jóvenes parece tener por causa el
placer; éstos viven, en efecto, de acuerdo con el sentimiento, y persiguen
sobre todo lo que les es agradable y lo presente; pero al avanzar en edad, las
cosas que les resultan agradables son también otras. Por eso los jóvenes se
hacen amigos y dejan de serlo con facilidad... Pero la
amistad perfecta es la de los hombres buenos e iguales en virtud;
porque estos quieren el bien del otro en cuanto son sí mismos... Por ello éstos
son los mejores amigos, puesto que por su propia índole por lo que tienen
sentimientos mutuos de amistad, y no por accidente; de modo que, pase lo que
pase, la amistad permanece... Ahora bien, dado que los humanos nos movemos
grandemente por interés, por utilidad o por placer, este último tipo de amistad
es muy rara, ya que los hombres que se comportan así son muy pocos."
Aristóteles. Etica a Nicómaco. Libro VIII - Capítulo III
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