El 27 de febrero de este año fui al Arena Movistar con la intención de entrar gratis al concierto de Carlos Santana, de lograr un autógrafo del mismísimo rockstar en mi guitarra eléctrica y producir un documental sobre como un cabro logra pasar toda la seguridad e incluso tener contacto cercano con una leyenda viviente del rock (lo último era para mandarlo a productoras y que me den trabajo como periodista aguerrido).
Me fui al lugar del evento sólo con mi tibia convicción de poder lograr mis objetivos, la guitarra era un peso más, pero me hizo sentir de alguna forma muy acompañado. Sin embargo, el ir sin compañía física de otra persona y la poca fe depositada en mí, me hacían sentir poco poderoso. El llegar cerca de las 6:30 pm al Parque O'Higgins me auguraba más tiempo de planificación. Aunque por momentos estaba por tirar la toalla, ya que la seguridad era casi extrema, había mucha gente de "seguridad". Además, habían muchas pozas y charcos en el Parque. Cada cierto tiempo grababa el recinto con mi cámara, mostraba a los guardias y hablaba solo...
Luego de darme unas vueltas, entré al Arena Movistar junto a mi llamativa guitarra. Pero no podía entrar con mi Yamaha Pacífica, por lo que una niña llamada Nicole Urbina me ayudó a mantenerla en una tienda de souvenirs la cual vendía poleras. Al rato logré evadir los guardias nuevamente y entré al codiciado lugar. El concierto ya había empezado. Pude percibir el ritmo de Latinoamérica en mi espíritu, o algo así. La satisfacción fue agradable, logré la primera meta y otras más que surgieron en el camino, como la de entrar sin guitarra por ejemplo.
El concierto fue genial. No soy un gran fanático de Santana, incluso no tengo ningún disco de él, pero eso no quita mi melomanía; si me gusta la música no podía dejar ir aquella oportunidad (la de ir a un concierto de esa calidad gratis). Para graficar de forma sencilla lo que es Carlos Santana, para los que no lo conozcan, les diré que fue puesto en el número 90 en un ranking de los grandes artistas de todos los tiempos (por la revista Rolling Stones) en el año 2004.
Luego de darme unas vueltas, entré al Arena Movistar junto a mi llamativa guitarra. Pero no podía entrar con mi Yamaha Pacífica, por lo que una niña llamada Nicole Urbina me ayudó a mantenerla en una tienda de souvenirs la cual vendía poleras. Al rato logré evadir los guardias nuevamente y entré al codiciado lugar. El concierto ya había empezado. Pude percibir el ritmo de Latinoamérica en mi espíritu, o algo así. La satisfacción fue agradable, logré la primera meta y otras más que surgieron en el camino, como la de entrar sin guitarra por ejemplo.
El concierto fue genial. No soy un gran fanático de Santana, incluso no tengo ningún disco de él, pero eso no quita mi melomanía; si me gusta la música no podía dejar ir aquella oportunidad (la de ir a un concierto de esa calidad gratis). Para graficar de forma sencilla lo que es Carlos Santana, para los que no lo conozcan, les diré que fue puesto en el número 90 en un ranking de los grandes artistas de todos los tiempos (por la revista Rolling Stones) en el año 2004.
El concierto tuvo de todo, hasta se subieron niñas del publico a participar del show en el escenario. El músico transformó el recinto en una gran fiesta, el rock latino parecía ser dominante dentro sus canciones, pero también con interpretaciones lentas creó una intimidad especial, bastaba con apreciar al artista sentado cerca del publico tocando espectaculares solos de guitarra, ahí mostraba todo su virtuosismo, la iluminación ayudaba harto; sus más de 40 años de trayectoria parecían no influir en el poder de su técnica y lo digo porque el mismo Santana ha dicho que para tocar lo hace con todo su cuerpo y alma imagino que también...
Al terminar el concierto fui rápidamente a buscar mi guitarra, pero llegué tarde, ya que había un tumulto de gente esperando comprar poleras caras. Cuando me entregaron la guitarra me sentí aliviado y me apresuré para lograr el autógrafo. Logré llegar al camarín de Santana, pero estaba resguardado por una estricta seguridad. Ahí había harto movimiento, niñas “buenas mozas” preocupadas del cóctel entraban y salían. Fui a la cocina, las personas de allí tuvieron buena onda conmigo, la jefa de cocina al parecer me quería ayudar. Al rato vi un delantal negro de cocinero colgado, así que me lo puse y me grabé.
Al salir de la cocina me decidí por entrar como sea al camarín, por lo que abrí la puerta, entré con el delantal de cocinero, pensando en que parecería un cocinero de Santana o algo así. Además tenía mi guitarra con el cierre del estuche destruido. La situación era rara, casi totalmente absurda. Abrí la puerta, vi un guardia, caminé y caminé sin hacerle caso a los “Hey! Hey!” que me decía quien vigilaba la entrada. Pero era demasiado, por lo que decidí dar media vuelta y salir sin escándalo. El guardia me dijo que el sabía lo que yo quería y que iba hacer lo posible para ayudarme.
En seguida me encontré a Quique Neira fuera del camarín, me preguntó por mi guitarra, me decía que trajo a su papá a “conocer” a Santana, ya que su padre le mostró la música del mexicano cuando era pequeño o algo parecido. La conversación fue interrumpida cuando al ex vocalista de Gondwana lo dejaron entrar, sólo por ser relativamente conocido. El tipo fue desgraciado, ya que perfectamente pudo haber llevado mi guitarra para el autógrafo, pero el sólo dijo: “Voy a correr la idea adentro”. Mi objetivo también era conversar un poco con Santana y darle la mano, pero me conformaba con que Quique Neira se lleve la guitarra y le pidiera un autógrafo. La esperanza se desvanecía lentamente, mientras esperaba afuera hablaba con un cabro con pinta de matón (pero no lo era), el quería una foto con Santana y se lamentaba no tener pilas para su cámara fotográfica.
Luego salió Quique Neira y de inmediato dijeron que Santana ya se había ido escoltado por carabineros o los pacos. En fin… Fui a la cocina a devolver el ridículo delantal de cocinero, allí una de las niñas que le servía el cóctel a Santana trajo un trago que tomó el artista y unos cigarros. El poderoso trago se lo tomó el amigo que limpiaba platos y yo me llevé un cigarro, el cual todavía guardo como recuerdo, es que la niña lo dejó sobre una mesa como diciéndome “llévatelo”.
Al salir de la cocina me decidí por entrar como sea al camarín, por lo que abrí la puerta, entré con el delantal de cocinero, pensando en que parecería un cocinero de Santana o algo así. Además tenía mi guitarra con el cierre del estuche destruido. La situación era rara, casi totalmente absurda. Abrí la puerta, vi un guardia, caminé y caminé sin hacerle caso a los “Hey! Hey!” que me decía quien vigilaba la entrada. Pero era demasiado, por lo que decidí dar media vuelta y salir sin escándalo. El guardia me dijo que el sabía lo que yo quería y que iba hacer lo posible para ayudarme.
En seguida me encontré a Quique Neira fuera del camarín, me preguntó por mi guitarra, me decía que trajo a su papá a “conocer” a Santana, ya que su padre le mostró la música del mexicano cuando era pequeño o algo parecido. La conversación fue interrumpida cuando al ex vocalista de Gondwana lo dejaron entrar, sólo por ser relativamente conocido. El tipo fue desgraciado, ya que perfectamente pudo haber llevado mi guitarra para el autógrafo, pero el sólo dijo: “Voy a correr la idea adentro”. Mi objetivo también era conversar un poco con Santana y darle la mano, pero me conformaba con que Quique Neira se lleve la guitarra y le pidiera un autógrafo. La esperanza se desvanecía lentamente, mientras esperaba afuera hablaba con un cabro con pinta de matón (pero no lo era), el quería una foto con Santana y se lamentaba no tener pilas para su cámara fotográfica.
Luego salió Quique Neira y de inmediato dijeron que Santana ya se había ido escoltado por carabineros o los pacos. En fin… Fui a la cocina a devolver el ridículo delantal de cocinero, allí una de las niñas que le servía el cóctel a Santana trajo un trago que tomó el artista y unos cigarros. El poderoso trago se lo tomó el amigo que limpiaba platos y yo me llevé un cigarro, el cual todavía guardo como recuerdo, es que la niña lo dejó sobre una mesa como diciéndome “llévatelo”.
Ignacio Gac: aparte del cigarro mantiene varias grabaciones del concierto, pero borró casi todas las grabaciones de su fracasado documental. Actualmente pierde el tiempo escribiendo para su blog.
Nicole “vendedora de poleras” Urbina: se hizo millonaria vendiendo poleras y le sacó las rueditas a su bicicleta. Actualmente vive en Bolivia.
El Matón: luego del concierto murió en un tiroteo en la comuna de El Bosque, pero resucitó para el Woodstock en Chile.
Quique Neira: la lentitud de su cerebro por culpa de las drogas y la masturbación se sigue manifestando en diversas situaciones.
Carlos Santana: se lamenta al leer esta entrada, ya que perdió la oportunidad de conocer a Ignacio y a la vez de aprender los secretos de la guitarra eléctrica. También se lamenta no poder autografiar la guitarra de Ignacio; pudo haber estado al lado de George Harrison (al menos de su sticker).
Buena historia Animal Gac
ResponderEliminarSaludoss...y hagamos pronto nuestras entrevistas
ta notable tu blog loko
ResponderEliminarespero por otra historia luego
saludos